La escena neoliberal de los años ochenta nos presentó a un nuevo prototipo del éxito: el hombre de negocios que participaba activamente en la política, un modelo que inmediatamente se convirtió en un referente de omnipotencia sobre la sociedad. Sin embargo, la relación de los empresarios con el sector político fue severamente criticada desde el principio.
Y es que no sólo es el temor ético a que se utilice información privilegiada con fines de lucro o que se fomente una competencia empresarial desequilibrada debido a la explotación de leyes con fines personales (lo cual incurre en delito), tal como fue el caso de la exdiputada independiente del PRD, Purificación Carpinteyro.
Recapitulemos algunos años atrás, específicamente en 2014, cuando Carpinteyro ocupaba el puesto de secretaria de la comisión para regular el mercado de telecomunicaciones y que, para su desgracia, fuera exhibida en una llamada en donde le proponía a un empresario la creación de un negocio millonario basado en la nueva ley de Telecomunicaciones. Claramente se trataba de un movimiento turbio en donde la exfuncionaria aprovechaba sus influencias políticas para tomar ventaja en el negocio que tenía en mente, lo cual representaba un acto ilícito.
Con excepcional descaro, Carpinteyro se escudó detrás de un pobre argumento que planteaba que ella tenía derecho de hacer negocios con quien más le placiera, dejando totalmente de lado su lugar en la Cámara de Diputados.
Sin embargo, tal parece que esta avalancha de errores no fue suficiente para enterrar a Carpinteyro dentro de la escena pública, ya que ahora el conocido periódico ‘El Universal’ ha acogido con los brazos abiertos al rostro del enemigo. La reforma en telecomunicaciones supuestamente abriría el espectro comercial de las empresas, sin embargo, personas como Purificación Carpinteyro evidencian la corrupción que se esconde tras el campo político y empresarial.
¿Por qué un medio tan grande y con tanta influencia como El Universal le otorgaría un espacio de opinión a una persona tan nociva para el mismo medio? ¿Será que los vínculos con el PRI tienen más fuerza que el compromiso periodístico para con la sociedad? Está más que claro que la reputación no necesariamente significa credibilidad.
En este juego de poder, quien tiene el dinero para subyugar conforme a sus intereses, es quien toma la corona e impone a su merced. En una realidad fragmentada en donde cada quien lucha por un poco de poder; aunque sea el trago más efímero de este, no existen leyes ni principios éticos que puedan detener el hambre del dinero.