La agenda mediática desde campaña la impone el presidente Andrés Manuel López Obrador. Por más que los medios de comunicación intenten posicionar otros temas de la vida política o económica nacional, inevitablemente regresamos, todos los días a lo que dice el presidente de México que muchos sectores consideran, sigue en campaña al igual que Donald Trump en Estados Unidos.
En las mañaneras, como se les conoce comúnmente a las conferencias matutinas del Jefe del Ejecutivo, un solo pronunciamiento, una frase o un chiste de AMLO se hace viral en minutos en las “benditas redes sociales” y poco muy poco después, nos llegan en los chats de Whatsapp, creando una conversación universal.
Adicional a este fenómeno de la comunicación moderna, a través de diferentes mecanismos el presidente ha evitado que sus detractores desde medios de comunicación, políticos, empresarios o actores de la sociedad civil organizada, seamos hostigados, criticados o en el peor de los casos perseguidos, logrando infundir temor a manifestar por cualquier medio nuestro punto de vista a lo que el mandatario ha pronunciado.
¿Cómo ha logrado eso?:
- Manteniendo una jauría de seguidores que fueron seleccionados desde la campaña para atacar sistemáticamente a través de medios sociales a todo aquél que estén en contra del entonces candidato y hoy presidente.
- Creando una serie de blogs que no siguen ninguna regla periodística pero que han podido posicionarse en el segmento más grande de la población: los millennials.
- Señalando funcionarios como inmorales por trabajar en empresas privadas. Este camino lo empezó con todos los expresidentes – excepto EPN – provocando así que muchos de los funcionarios públicos se separen del cargo o han dejado de aparecer en público o en redes sociales por miedo a ser perseguidos.
- Señalando empresas. Si el presidente dice que son corruptas, aún sin pruebas, lo son. ¿Quién va a querer hacer una campaña de marketing o de relaciones públicas si los va a poner en evidencia sin razón?.
- Señalando personas, estrategias y empresas que durante la campaña estuvieron en su contra: Como la “Operación Berlín”.
- Señalando a los actores políticos y empresariales que no están de acuerdo con su forma de gobernar.
- Dejando que se propague el pánico social: las huelgas y manifestaciones en Tamaulipas, pudieron haberse evitado con una buena política de previsión social.
A todo esto hay que sumarle una nueva campaña de desprestigio, que no la tiene que señalar el propio presidente desde Palacio Nacional, solo dejarla correr: EL #MeToo
Esta campaña encomiable en cualquier otro momento, lo que hace es fomentar el divisionismo entre mujeres y hombres para posteriormente aumentar los señalamientos negativos entre ellos, entre quienes trabajan en empresas, entre clientes, actores, cantantes, publicistas, escritores o hasta proveedores.
Esta guerra digital sin control hace también que se pulvericen los sectores, evita que quieran volver, siquiera, a salir a la luz pública con un mínimo tuit o posteo.
La represión no requiere un decreto presidencial, un cambio a la constitución o una ley, con acciones que infundan miedo al hablar, son suficientes. ¿Necesitamos más pruebas?