Ciudad de México.- El nombre del exgobernador de Veracruz, Javier Duarte, retumba por todos los medios periodísticos del país y, como ya es costumbre en México, los políticos hacen ruido no precisamente por su buena labor hacia la sociedad, sino por las piedras que llevan arrastrando en el río.
Javier Duarte ha estelarizado más primeras planas que cualquier celebridad de abolengo en los últimos meses; lo cual es comprensible ya que JaviDu (como es conocido en redes sociales) fue nominado el pasado marzo al Récord Guinness como la persona más corrupta del mundo. Sin embargo, esta lamentable nominación no ha sido lo único que ha llevado a Duarte a posicionarse como una estrella de la farándula.
En la última de sus aventuras, Javier Duarte se ha manifestado en huelga de hambre en contra de la “persecución política” que, según él, ha sido víctima junto con los colegas que participaron en su deplorable administración.
En una carta enviada a Grupo Imagen, Duarte expresa su inconformidad con las autoridades veracruzanas debido a las supuestas injusticias y abusos que vive por parte de éstas, así como también señala que sus excolaboradores han sido detenidos de manera arbitraria e injustificada.
En esta situación, las autoridades mexicanas sólo han demostrado no contar con la capacidad necesaria para gobernar bajo la ley. Las acusaciones penales en contra de Javier Duarte son varias y son graves, sin embargo, el fenómeno parece atender a la polémica mediática y no a las instituciones gubernamentales pertinentes.
Excolegas de la administración de Duarte en Veracruz, grupos civiles, organizaciones y Colectivos de periodistas han señalado al veracruzano por asesinato, robo, corrupción y la desaparición de opositores a su gobierno. No obstante, nada se ha hecho al respecto.
Duarte es la prueba fehaciente de que la justicia en México es inverosímil, de hecho, da motivos para dudar de su existencia. En una nación gobernada por la impunidad, fenómenos como Javier Duarte son aceptados como parte de una cotidianidad indiferente.
Aunque es innegable que Javier Duarte tiene al gobierno mexicano amarrado por el cuello y que, gracias a eso ha estrechado tratos que le permiten tener facilidades (a pesar de ser un criminal) a cambio de su silencio; no hay que dejar de reconocer la astucia de JaviDu para apropiarse también de los medios de comunicación. Como la diva que es, los medios se ocupan de cubrir cada payasasda que él hace mientras que tras bambalinas, la integridad de nuestro país es vendida al mejor postor.