Después de 18 meses de bloqueo en la mina de San Rafael en Cosalá, Sinaloa, que empezó en enero del 2020, finalmente el gobierno federal llegó a un acuerdo con la empresa Americas Gold and Silver. Sin embargo, a unas horas de firmarlo y así reabrir operaciones, Napoleón Gómez Urrutia comenzó a poner trabas para entorpecer la negociación.
Basta recordar que durante los meses en que la mina estuvo cerrada, la gente cercana al líder minero, se dedicó a sacar provecho de esta situación, saqueando la mina y además fungieron como voceros de Gómez Urrutia para que los trabajadores votaran a su favor y así conseguir la titularidad del contrato colectivo de trabajo.
Cabe resaltar que este acuerdo y la decisión de reabrir la mina para sus operaciones, ha sido celebrada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, quién pidió que el también senador de Morena participara en la apertura de la mina.
Y es que la reapertura de San Rafael significa la reactivación de 324 empleos y en la que la principal actividad es la extracción de zinc, plomo y plata.

Sin embargo, para ‘Napito’ estos datos no son de importancia, ya que para él, “los trabajadores no son su prioridad, no tiene idea del trabajo y de las historias que hay en cada uno de los compañeros. Se sabe que no es minero y que no ha trabajado en alguna mina, pues heredó la silla de su papá”, dijo Carlos Pavón, opositor del líder minero y que encabeza un sindicato alterno.
Al final, cuando se estaba negociando y después de un receso con la secretaría de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, para buscar una línea de comunicación directa a Palacio Nacional, Gómez Urrutia tuvo que firmar el acuerdo; de tal forma que suma San Rafael en Cosalá a la lista de minas en la que el líder minero es representante y que le dará recursos para seguir viviendo de las cuotas sindicales tal y como lo ha hecho siempre e incluso le permitió autoexiliarse en Canadá y vivir en una gran casa sin padecer ninguna penuria.
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